El IESA organizó un foro sobre un movimiento social que intenta trascender el concepto tradicional de responsabilidad social, para que los negocios respondan integralmente a retos como la pobreza y el cambio climático.


14 de febrero de 2022

La búsqueda de un nuevo modelo económico que cree valor social y valor ambiental tiene muchas posibilidades. Pero una de las más concretas es el Sistema B: un movimiento de alcance global que surgió en 2012, y que propone un proceso de certificación de las organizaciones que logren un triple impacto positivo en sus mercados y entornos: desarrollo social, sostenibilidad ambiental y rentabilidad económica. En América Latina existen más de 650 compañías certificadas como empresas B, cuya facturación consolidada supera los 5.000 millones de dólares, con un sistema de gobierno innovador e integrado que trasciende la lógica de la responsabilidad social empresarial (RSE).

Bajo la moderación del profesor José Ramón Padilla, coordinador del Centro de Sostenibilidad y Liderazgo Responsable del IESA, se llevó a cabo un foro sobre la Comunidad B en Venezuela y la creación de ecosistemas de triple impacto. Participaron Félix Ríos, profesor y emprendedor Fundador de Opción Venezuela AC y miembro del Equipo de Coordinación Local Comunidad B Venezuela; Mariángel Molina, cofundadora de Leather Heart, la primera compañía certificada como Empresa B en Venezuela; María Isabel Fuchs, cofundadora de Táctica, una empresa de comunicaciones digitales, miembro y líder del Círculo de Comunicación CB Venezuela; y Kenia Martínez, emprendedora del estado Amazonas, creadora de la marca de chocolates y bombones artesanales Idúwali.

Según Félix Ríos:

El Movimiento B impulsa una nueva economía que conecte el modelo de negocio de las empresas con la sostenibilidad. Este no es un fin aislado de una u otra empresa, o grupo de personas, sino que es un movimiento social amplio donde están empresas, actores del mundo del mercado y de lo público, academia, líderes sociales que apuestan por un modelo de sociedad donde lo social y lo ambiental tengan un rol definitorio en los modelos económicos.

Ríos aclara que el objetivo de las comunidades B no es la certificación en sí misma, sino encontrar un modelo que integre lo social y lo ambiental con lo económico, de una manera armónica e indivisible, con un método de evaluación que revisa a fondo no solo sistemas productivos, sino también impactos sociales, ambientales, gobierno corporativo, diversidad, redes de proveedores y estrategia de inversiones, entre otros elementos.

Mariángel Molina cuenta que su empresa fabrica peluches:

… y los materiales para su elaboración provienen de las mermas de fábricas de diseño venezolanas. Trabajamos con tres organizaciones en el país que promueven alimentación, educación y reforestación, y eso habla del triple impacto que busca este movimiento. Es importante establecer que las nuevas generaciones se conectan mejor con empresas con propósito social y sostenibilidad ambiental.

María Isabel Fuchs, de Táctica, profundizó en el modelo de evaluación al señalar que las empresas pueden encontrar caminos específicos hacia la creación de triple impacto si se revisan internamente con sincera vocación de cambio.

El proceso de evaluación permite mejorar los procesos internos, y se van consiguiendo las respuestas para optimizar los indicadores. Nos dimos cuenta de que éramos una empresa diversa socialmente, que facilitamos un trabajo adecuado. Creamos manuales de procesos internos, con procesos adaptados al personal. Fue algo totalmente transversal en las operaciones.

Por su parte, Kenia Martínez, a partir de una unidad de producción familiar, creó una empresa que rompe con el «modelo extractivista» que se promueve entre las comunidades indígenas del Amazonas venezolano. El resultado fue la creación de la marca Idúwali, para una chocolatería artesanal con ingredientes autóctonos, que es el producto de un claro modelo de «economía circular».

Empezamos a generar métricas de los impactos y desarrollamos prácticas de comercio justo para pagar mejores precios a productores indígenas, redes de proveedores completamente locales. Los desechos orgánicos son para nosotros subproductos que nos permiten elaborar infusiones, tintes naturales, pegas, empaques y etiquetas naturales. Dejamos de usar plástico y fuimos a sustitutos naturales.

El representante de la Comunidad B en Venezuela, Félix Ríos, concluyó:

La concepción del impacto puede ir más allá de la RSE. No es filantropía ni dirigir excedentes de liquidez a montar programas sociales, sino que esos impactos ambientales y sociales estén directa e indivisiblemente integrados al negocio. Esto no es un capricho tendencial, por lo que se evalúa permanentemente qué tan B se es, y debe haber el compromiso legal de mantener esa condición ante nuevos dueños o inversionistas. El triple impacto debe ser estar blindado.